viernes, 28 de septiembre de 2012

HECHO UNA FIERA

Los  madrileños me llaman Velarde y vivo en la Carrera de los Jerónimos, aunque por mi aspecto debería vivir en la sabana africana. Sólo tengo un compañero de trabajo, Daoíz, y los dos solitos nos bastamos para vigilar un importante edificio. Custodiamos el congreso de los Diputados, y así venimos haciéndolo desde hace ya unos cuantos años. Por aquí suele haber bastante movimiento. Allá por los años 80 vinieron unos guardias civiles a montar un escándalo, hubo tiros pero al final quedó en nada. Estos últimos días han dejado de venir turistas a sacarse fotos con nosotros.  Lo que ha pasado, nos ha dejado nuestras cabelleras de punta. Yo hasta pensé en enfrentarme con una multitud de policías y de gente que no nos dejaba descansar, pero si no lo saben todavía, el Canal Historia ha desvelado que el señor que me esculpió se olvidó de ponerme testículos.  A lo que vamos, delante de nuestros ojos se han dado de leña como hacía tiempo que mi compañero y yo no recordábamos. Dicen que había unas 6.000 personas, pero nuestra vista felina nos dice que eran algunos más. Allí corrió la poli, corrió la gente y casi nosotros también, si no fuera porque el pedestal nos lo impide. El caso, es que después de tantos años vigilando este edificio, observamos cierto descontento con los trabajadores que vienen por aquí.  Mi compañero y yo también estamos preocupados. Nos han planteado un expediente de regulación de empleo a la mitad de la plantilla o dejarnos sin melena. Nos hemos puesto como fieras, pero hemos decidido claudicar. Ante el recorte presupuestario  hemos acordado que preferimos parecer dos chihuahuas pero quedarnos en nuestro puesto. Así -al menos- habrá testigos imparciales de lo que aquí pase, y si alguno se pone bobo -en uno u otro bando- volarán las pelotas, pero mejor las de bronce que sujetamos con nuestras garras, que hacen más daño.
 Hemos visto pasar a mucha gente por delante de nuestros ojos pero con la que está cayendo añoramos aquellos años en los que  estábamos en el circo romano comiéndonos a todo el que se nos pusiera a tiro. Qué pena que sólo seamos dos leones estáticos y sin voz ni voto. Lo único que nos queda es rugir para dentro y sufrir en silencio esta maldita selva....ya nos llegará la jubilación y volveremos a nuestra sabana, donde hay fieras, pero menos tijeras.

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