lunes, 9 de junio de 2014

LA CUENTA DE LA VIEJA

Nunca he tenido muy claro cómo se cuentan los asistentes a las manifestaciones, pero sí suelo ser consciente de cuando alguien me quiere colar la cuenta de la vieja. No hay más ciego que el que no quiere ver y por muy pocas que sean las dioptrías, hay alguien en el gobierno español y sus tentáculos en las islas que debería ir al oculista y de paso al otorrino a quitarse los tapones de cera. Ni ven, ni escuchan y así andan encabezonados en un ejercicio de torpeza que ha provocado hasta deserciones en sus filas. El tiempo al final quita o da la razón a quien la tiene y si no es el tiempo, será la justicia, pero mucho me temo que quienes se van a llenar de razones para cabrearse serán al final los ciudadanos, si se opta por un modelo de sordera colectiva hacia todo lo que sea el interés general en las islas. Mientras, fuera de Canarias, se prepara el relevo en la jefatura del Estado y también con manifas de por medio, mientras sabemos que se trabaja a marchas forzadas para garantizar que el trasero real quede protegido de posibles cornadas. Algo se cuece en las cocinas reales cuando tanta prisa hay para asegurar que el monarca saliente quede aforado y algo se cuece en la democracia cuando proliferan las peticiones de consulta como hierbas silvestres. De repente, parece que el sueño profundo en el que esta sociedad dormía ha pasado a ser una siestita ligera que amenaza con ser reparadora.

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