lunes, 20 de abril de 2015

EL MAR MUERTO

El mar siempre ha sido considerado fuente de vida y esta semana se ha convertido en protagonista de la actualidad más triste. En Canarias estamos acostumbrados a que la marea traiga hasta nuestras costas a quienes buscan una oportunidad de tener una vida mejor, pero lo sucedido estos días es una llamada de atención a la conciencia de Europa. El Mediterráneo se ha convertido de repente en el Mar Muerto, aunque en este mar los cuerpos no flotan por la elevada concentración de sal. El pasillo que una las costas africanas con las del Mediterráneo fue en su momento cuna de la civilización y ahora es un cementerio gigante y casi un sumidero en el que parece que alguien ha quitado un tapón para que desaparezca todo lo que llevan sus aguas. Han pasado años y miles de vidas y nunca ha existido una respuesta común de Europa al fenómeno migratorio, ni tritones, ni poseidones han servido para nada y el tiempo ha demostrado que no hay un territorio que sea capaz de aguantar la presión que ahora soportan enclaves tan pequeños. Y mientras eso sucede en el Mediterráneo, aquí en el Atlántico, también estamos pendientes de lo que trae la marea, en forma del chapapote dejado por el pesquero ruso. Teníamos tanto temor a las prospecciones que nos olvidamos de que la amenaza ya navegaba entre nuestras costas y de que no había un plan de contingencia para una situación de este tipo. Como suele pasar en estos casos, a toro pasado, todo el mundo es ingeniero y sabe si en situaciones de crisis hay que alejar o acercar el barco a la costa. Primero, será conveniente que recojamos el desastre, que ya habrá tiempo de cortar cabezas. Con estas dos tragedias metidas en la cabeza, me ha dado por reflexionar y hacer autocrítica hasta de mis propios pensamientos...¿es normal que nos afecte más ver a dos tortugas empichadas que a miles de muertos en un naufragio? ¿hasta dónde somos capaces de distanciarnos del sufrimiento ajeno? Yo no sé ustedes, pero me he propuesto no ser inmune...

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