lunes, 27 de abril de 2015

EL LOBO Y EL SILENCIO DE LOS CORDEROS

Han pasado dos semanas del hundimiento del pesquero ruso y los hilillos de plastilina en forma de fuel siguen saliendo de los tanques del buque más o menos a un ritmo de 10 litros a la hora, según los últimos datos. Para seguir con las cifras, nos han dicho que desde el desastre se han recogido ya 400 kilos de restos del vertido. Todo eso nos lo contaron en una comparecencia que tuvo lugar este domingo y que fue convocada con 10 minutos de antelación por el ministerio de Fomento, así que sería de agradecer, por lo menos, que se empleen mejor en la limpieza del vertido y en sellar el barco, que en la política de comunicación. Mientras la fuente negra sigue brotando y deciden si sellan, si vacían, si ponen poxilina, o arreglan el desastre con un tornillo bledka de Ikea, el sector turístico mira con preocupación los posibles efectos de estos vertidos en sus cuentas de resultados y, de hecho, algunos negocios en la zona más cercana al vertido en Gran Canaria, ya se estaban preparando para lo peor, después de varios días con un descenso considerable de visitantes en las playas, casi al mismo ritmo que sale el fuel al océano. El caso es que inmersos en las labores de vigilancia y con un silencio en las críticas que resulta llamativo, uno se plantea qué ha pasado en las gargantas de quienes gritaban hasta quedarse afónicos que venía el coco, cuando comenzaron las prospecciones de Repsol. Se alcanzó tal nivel de crispación y de respuesta social que, yo no sé ustedes, a mi me sorprende. De momento, son los colectivos ecologistas los únicos que han levantado ligeramente el tono para protestar por lo sucedido, ellos y el presidente de la patronal turística Ashotel, que no se aguanta callado debajo del agua y ni con chapapote en la boca. Nos han avisado tantas veces de que venía el lobo, que el lobo ha venido y estamos como ovejitas pastando tan campantes mientras nos muerde el cogote. Para aprovechar la poca sangre que aún me queda, y entre pasto y pasto, se me ha ocurrido pensar por qué ahora que estamos teñidos de negro, el petróleo se la trae al pairo a tanta gente. No sé yo si estamos tan acostumbrados a vivir entre lobos que si hace falta las ovejas aullamos, o quizá es que en función de dónde venga el peligro, a los pastores nos gusta que hagamos los que mejor sabemos, movernos como un rebaño.

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