lunes, 9 de septiembre de 2013

EXPULSADOS DEL OLIMPO

La patada con la que han expulsado a España del Olimpo es una coz de burro en la boca del estómago. Confiábamos en la visión edulcorada de que por narices los juegos olímpicos serían nuestros y que sería la confirmación definitiva de que la marca España está de moda y que sería la panacea para todos nuestros males.
Ahora nos quedamos con dos palmos de narices y como el niño del anuncio, con un palo. La autoestima patria está tocada de muerte, eso sí, hay que darle las gracias a la brillante delegación que, con un inglés tan fluido como mi ruso, ha defendido la imagen de nuestros deportistas españoles.
No seré yo la que critique el optimismo como actitud ante la vida, pero remar con todos los vientos huracanados del mundo en contra, debería -cuando menos- hacernos comportarnos con prudencia.
El deporte español no se merece una tropa de defensores pegándose la gran vida en Buenos Aires, mientras los medallistas olímpicos viven en casa de sus padres porque no cobran la beca ADO que les corresponde. Ni nos merecemos ver entre la avalancha de defensores a Amaia Salamanca haciendo "las lágrimas me llegan al piso" ni a una panda de vividores que a la primera de cambio hicieron un 13-14 y se piraron en jet privado en cuanto nos dijeron que nanay.
España es un país fantástico y se merece todas las olimpiadas del mundo, sólo por la calidad de sus deportistas, pero mientras siga siendo el peor reflejo de la picaresca española, los únicos deportes en los que nos darán medalla serán el lanzamiento de chorizos y el paro sincronizado. El deporte es juego limpio y en España por desgracia no estamos para que jueguen con nosotros. Dicho lo cual, me voy a tomar un relaxing leche y leche, que relaja más y suena más canario.


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